28.7.16

Diario de lectura: Cuentos.



- Cuentos mexicanos. Poli Délano (compilador). En 1996, Délano reunió a treinta y cuatro cuentistas mexicanos, nacidos de 1930 a 1961. Se les presenta en orden alfabético y con cuentos breves (de máximo diez páginas). Como es de esperarse, la temática es muy variada —también un tanto la calidad, aunque el compendio en sí es de sumo interés. Entre otras cosas, por presentar la visión de un Chileno fascinado por México, como Délano se describe a sí mismo en la introducción. Además, ésta selección permite trazar algunas correlaciones de lectura. 

Por ejemplo, pueden verse los cuentos de René Avilés Fabila (“La antesala de la muerte”), Salvador Castañeda (“Si el viejo no aparece…”) y Jorge Arturo Ojeda (“Lorenzo”) como una suerte de trilogía sobre los acontecimientos de Tlatelolco en 1968. Se pasa de abordar el tema de manera periférica (Avilés), a la crudeza testimonial (Castañeda) a la burla del desencanto (Ojeda). 

O pueden contrastarse los textos abiertamente fantásticos (“Yautepec”, de José Agustín; “No vendrá nadie a verte”, de Josefina Estrada; “La plaza”, de Juan García Ponce; “El séptimo día” de Barbara Jacobs; “El viaje” de Maria Luisa Puga; “Regreso” de Bernardo Ruiz) con los cuentos de fantasía más bien ambigua o incluso paródica (“Vanessa”, de Gerardo de la Torre; “Yambalón y sus siete perros”, de Juan Villoro; “Noche”, de Héctor Manjarrez). Hay además un cuento cercano a la ciencia ficción: “La memorable gran carrera o la tragedia del estadio”, de Ignacio Betancourt. 

También pueden verse los textos como muestras de la literatura de la capital y de la muy diversa provincia de México, como propone Délano. O pueden compararse los textos abiertamente humorísticos (así sea en general un humor negro, muy cínico) con otros más melodramáticos o desgarradores. O la literatura que va desde el best-seller (Ángeles Mastretta, Herán Lara Zavala) a lo complejo y enigmático (Salvador Elizondo, Jesús Gardea). 

En fin, un libro recomendable, tanto para Chilenos y Mexicanos como para lectores en general. 

9.7.16

Fantasías marinas.


“En ese momento el mundo se detuvo, las aguas dejaron de moverse, el viento se enroscó en donde nace y el único movimiento que se percibía era el de la Sirena allá a lo lejos, que a toda aleta se nos encimaba. Venía con olores de otros mares, sacudiendo su cabeza milenaria, llenándonos los ojos de belleza, y a cada golpe de su cola de sábalo se alzaba su mitad femenina por encima de las aguas. 
Nadó varias veces alrededor del bote, recogiendo en cada vuelta algunos pétalos de no-me-olvides, hasta que al fin tuvo reunido todo el ramo. Entonces, sin sacar la cabeza del agua, con muy poca agua entre ella y nosotros, clavó sus ojos en los de Elegido. 
No sé qué tiempo estuvimos así. Ellos dos mirándose, entrándose por los ojos del otro, mientras que yo parecía no existir. En ese momento lo odié, a él y a todos los que como él podían mirarse en una sirena.”

- Germán Piniella. Sirena.

“La asediaban los fantasmas del mar en pesadillas nocturnas con sobresaltos… El mundo de los sueños era para ella un antro de tormentos del que se liberaba despertándose con alaridos de terror… No se atrevía a dormirse, pues se veía rodeada por monstruos pisciformes que danzaban en una extraña ronda de risas, cantos, espumas y coletazos… una especie de carrusel proteico con ritmo acelerado en cuyo vórtice le parecía caer hasta ir hundiéndose en viscosas sustancias de frialdad tan intensa que le paralizaba las piernas…”

— Rogelio Sinán. La boina roja.