19.12.19

Todos los armarios




- Todos los armarios. Lucrecia Maldonado. Doce cuentos que reproducen la mirada infantil y juvenil. Partiendo de anécdotas más o menos universales —tales como los primeros roces con la muerte y la pérdida, los pasos a la madurez y la nostalgia por la infancia perdida, la culpa y la frustración —estos brevísimos relatos apuntan a capturar ese punto de vista tan preciso y erróneamente considerado inocente que se tiene en los primeros años de existencia. 

¿Son cuentos para niños? ¿O al menos para lectores jóvenes? Leídos en orden cronológico, pasan del mundo interno de un niño de ocho años a niños cada vez mayores, a adolescentes, a ‘nuevos adultos’ y concluyen con la mirada de un padre a su hijo de cuatro años. Algunos de los cuentos usan elementos fantásticos, otros son de corte realista… en apariencia. Todos son narrados con una prosa bella y sutil, con muchos detalles sugeridos más que explayados. 

Entonces la pregunta correcta no es para qué lectores está pensado el libro; es más bien: ¿Por qué los adultos olvidamos tantas veces esta perspectiva única de la infancia, cuando ayuda a ver el mundo con mayor claridad? 


Un gran libro de cuentos de una narradora ecuatoriana que vale la pena seguir con atención. 


13.12.19

Los creyentes




- Los creyentes. Norma Lazo. Tras una experiencia reveladora, Martha se ha erigido en líder de su propio grupo de auto-ayuda… su culto. Buscando no solamente adeptos, sino gente con poderes similares a los suyos, detecta a Leonor, una muchacha con mas oscuridad y demonios internos de lo que nadie sospecha. Pero más que a una iluminación, su encuentro llevará a una gran destrucción. Pues una religión sólo necesita un demonio; un mártir, su milagro y quien lo venda…


Extraordinaria primera novela de Lazo, aparecida en 1998. Una sátira de la cultura de auto-ayuda y de sectas que se nutre de muchos otros sub-géneros (los protagonistas son presentados en capítulos que aluden a cuentos de hadas o rimas infantiles famosas). En efecto, el libro pasa de la comedia negra a lo fantástico —a lo sobrenatural, a lo terrorífico y a mucho más. Usa una estructura compleja que comprime una buena cantidad de historia en menos de 150 páginas. Una obra sorprendente, de gran interés. 

5.12.19

Consumidores de pesadillas




- Consumidores de pesadillas. Alfonso Orejel. Cinco jóvenes insatisfechos con su vida se topan con un descubrimiento asombroso: Un portal al mundo de los sueños... o mejor dicho, de las pesadillas. Así, forman un club exclusivo de aventureros oníricos; recorren pesadillas en busca de emociones fuertes, de placenteros estremecimientos. Pero la adrenalina puede resultar adictiva, y hacernos olvidar cuantos peligros hay en el mundo de los sueños y en el real...

Novela para adolescentes que si bien llega a ser un poco simple en sus peores momentos (argumentos repetitivos, personajes planos), en los mejores se vuelve un buen reflejo del desencanto de la juventud, sea en la presente época en el norte de México o más bien en todo el mundo, en todos los tiempos. Las secuencias de pesadilla en muchos casos se vuelven predecibles, pero poco a poco revelan las obsesiones de los protagonistas (justamente como un verdadero sueño), con lo que adquieren un matiz más interesante. Si el final más bien esquemático le resta un poco de fuerza al libro, al mismo tiempo refuerza la tesis central de la historia: Peor que una pesadilla sin fin es una realidad de la que no es posible escapar. No en balde sabemos el destino de un personaje en paisajes oníricos, pero del que queda preso en una pesadilla más cotidiana, solo podemos imaginar su experiencia. 

En general un libro quizá imperfecto, pero de interés. 

25.11.19

El horror de Berkoff




- El horror de Berkoff. Francisco Ortega. En 1980, un grupo de niños se ve afectado por la muerte imprevista de uno de ellos —aunque se rumora que no fue muerte, sino desaparición. Treinta años después, Martín, actor cuya mejor época ha pasado, vuelve a su pueblo de origen tras la muerte de su mejor amigo —otro de los integrantes de ese grupo de niños. Algo hay en el pueblo de Salisbury; un miedo que late más allá de los prejuicios de sus habitantes, de sus extrañas desapariciones, y de sus gigantescas ratas. Algo que yace en una mansión abandonada, conocida como la esquina Berkoff…

Ortega, curioso escritor chileno entregado al Fantastique (digamos, la ciencia ficción, la fantasía, el terror), comenzó ésta novela como un guión cinematográfico. En efecto, contiene varios guiños a un gran repertorio fílmico. Literario también —no en balde un personaje termina por comparar la historia que viven con las obras de Stephen King. Pero no es solamente una novela compuesta de pastiches y homenajes —de hecho juega con la meta-ficción. Es que parte de la obra es en realidad una novela escrita por uno de los personajes. Pero poco a poco las fronteras entre uno y otro se desvanecen. 

También invita a una lectura quizá un poco morbosa, pero imposible de negar: El personaje escritor, Percival, es más bien desagradable: Erotómano, Voyeur (toma fotos a escondidas de sus estudiantes menores de edad; de hecho, de todos a su alrededor), por no decir que racista y homofóbico. Parece curioso achacarle tantos males a un personaje clave en la novela. Pero entonces tomamos en cuenta la amistad en la vida real de Ortega con el director Nicolás López, actualmente bajo investigación por varias denuncias de acoso y violación y —pues bien, ciertos demonios son más reales de lo que uno cree. 

Por otro lado, esa es otra debilidad de la novela: Al imitar varios tópicos del terror Estadounidense (con su pátina de folclore local, pero sólo pátina) acarrea también varios lastres de xenofobia característicos de éste. Sin más, el miedo a las minorías se confunde con el miedo a lo desconocido. Aquí, sin embargo, se le confiere bastante ambigüedad precisamente por poner ese discurso en boca del personaje Percival y no en la del protagonista Martín. 

Ambigüedad es de hecho la palabra clave en ésta novela. Incluso su portada lo anuncia. Primero notamos la figura en la ventana —después, las sombras alrededor de la ventana. ¿Las sombras amenazan al personaje o éste nos observa (quizá cámara en mano) rodeado de sus fantasmas personales? Quizá el horror no sea la mansión de monstruos, sino aquel que parece una persona normal y exitosa. 


No el balde el propio Ortega describe este libro como una novela con terror, mas que de terror. 

18.11.19

Z (confesión)


***

Hace dos meses corrí de mi casa al hombre que por años creí mi mejor amigo. Fue, ahora comienzo a entenderlo, el gran derrumbe de una estructura que llevaba años en lenta erosión. 

Conocí a Z. en la escuela secundaria, como a mediados de los 90, por medio de algún amigo en común. En ese entonces y por un buen tiempo me costaba mucho hacer amistades. Quizá por eso me sorprendió que fuera el primer conocido que me llamó para ir al cine, el primero a quien veía fuera de la escuela. 

A veces nos juntábamos con otros amigos de él; otras, solo nosotros dos. Era simpático y excéntrico, que es como yo me sentía. Soy zurdo, alto para la medida mexicana, llevo auxiliares auditivos y en ese entonces llevaba lentes. Además soy gay, homosexual, aunque en ese entonces no había salido del closet. 

Él simplemente tenía gustos que en nuestro colegio de origen Benedictino eran poco comunes. Le gustaba la música de trova y frecuentaba círculos de política liberal. 

Pero incluso entonces tenía dos hábitos extraños: Uno, él iba a menudo a mi casa y entraba a mi cuarto, pero yo rara vez podía entrar a su casa (las primeras veces me hizo esperar en una esquina mientras él iba por dinero o por otras cosas) y jamás me dejó ver su habitación. Y dos, siempre llegaba tarde a todo, y siempre con excusas que lo volvían culpa de otros. 

Seguimos siendo amigos después de la secundaria, de la preparatoria, de la universidad… No solo seguimos carreras distintas (él, Biología. Yo, primero Filosofía y después Literatura), sino que en todo el tiempo que estuvimos en el colegio, jamás estuvimos en el mismo salón de clases. Aún y así seguimos en contacto. Teníamos varias cosas en común, gustos en películas y televisión, por ejemplo. También fue él quien me animó a asistir a conciertos y otros eventos masivos. 

Salí del closet hasta cerca de los 23 o 24 años. Z. fue, creo, la tercera persona a quien se lo conté. Supuestamente lo tomó bien, pero al día siguiente me dijo que se había impresionado tanto que lo había contado a su familia y que su madre le había prohibido verme. Esto, claro, me enfureció contra ella por años. Ahora dudo de su historia. 

Es que antes de eso, hubo un amigo mutuo que también salió del closet. Y ahora que lo recuerdo, supimos antes de eso de otro más. En ambos casos Z. decía ser de mente abierta y que los apoyaba… pero entraba en pánico cada vez que se acordaba. Me decía que estaba convencido de que ambos “querían con él”…

…ahora mismo he tenido que interrumpir la escritura porque al recordar he caído en cuenta que no fue uno. Ni dos. ¡Tantos y tantos amigos y conocidos que resultaron ser gay! Y de cada uno decía Z sentirse cómodo y que él era de mente abierta…

Pero estaba convencido de que todos, pero todos, querían cogerlo. 

También creía lo mismo de una muchacha, amiga de una chica que a él le gustaba. “Seguro es lesbiana y quiere con ella”, me dijo tantas veces. 

Hasta ahora me doy cuenta de hasta donde llegaba su maldad. 

***

Hace cosa de por lo menos cuatro años comencé a ver un terapeuta. Como suele suceder en estos casos, salieron muchos resentimientos y rencores, muchos más de los que imaginaba. Y en algún punto descubrí que simple y sencillamente estaba harto de Z. 

Pero siempre me costó decirle que no. Curioso, dije una y otra vez, ¿por qué sólo con él? ¿Por cariño? 

También ahora sé que no era eso. Es que el hombre era sumamente hábil para manipular, y con los años había conseguido que de hecho ninguno de sus amigos fuera capaz de negarle nada. Porque si lo hacíamos argüía mil cosas, inventaba otras, insistía, en fin: Simplemente se aferraba a lo que quería, y lo hacía de maneras tan hábiles que todos creíamos “el problema no es él, es que soy muy pusilánime”. 

Pues bien, hace alrededor de dos años, fui a ver a Z. con la intención de decirle que quería que cortáramos, que no nos viéramos ni habláramos nunca más (por cierto que es exactamente lo que él quería que hiciéramos cuando salí del closet). Me lo encontré lloroso; me confesó que lo corrían de su casa y me pidió asilo. 

La situación familiar de Z. era peculiar, o más bien eso creía él. En realidad era una situación sumamente común en México y en tantas partes del mundo. Vivía con su madre, su tía y una prima (que entonces llamaba su hermana porque habían crecido juntos). Cuando su madre murió, la prima, que para entonces se había ido, volvió junto con su marido e hijas. Z. argumentaba que lo corrían porque ya no había espacio para él. Yo creía que lo corrían porque llevaba más de diez años sin terminar su carrera ni conseguir trabajo. Ninguna resultó ser la verdadera razón. 

Pero eso lo supe hasta después. Esa noche acepté darle asilo en mi casa. Vivía yo en un departamento y tenía un inquilino, el cual fue lo suficientemente bondadoso para aceptar al arrimado en el sillón. 

Hay que decir que por mucho tiempo ésta convivencia fue agradable. Noches de películas o televisión, largas conversaciones sobre todos los temas… 

Pero fue la última etapa feliz. Y lo que es más, también me hizo daño, pero de maneras que hasta mucho después comprendí. 

Me afectó la dieta y los horarios. Como no se dedicaba a nada, prefería dormir hasta la madrugada, si no es que la mañana, y pasarse la noche entera viendo televisión. Insistía en que lo acompañara. También se las arregló para que yo realmente lo alimentara y para que bebiésemos alcohol casi a diario. En muy poco tiempo vació todas las botellas que tenía para ocasiones especiales y con insistencia consiguió que cada semana hubiese por lo menos un pastel completo en casa, que desaparecía en cosa de un día. 

Tenía la dieta y los horarios descontrolados y el ánimo peor que nunca, y ni siquiera me daba cuenta de a qué se debía. 

En todo el tiempo que vivió en mi casa no fue capaz de pagar una sola cuenta, así le diese yo el dinero. Simple y sencillamente no revisaba el correo e inventaba cualquier pretexto. No fue capaz de siquiera abrirle la puerta al plomero ni al electricista, ni nada. Lo único que hacía era lavar los platos, y eso con la condición de que le pusiera música para amenizar. ¡Cuantas veces no llegaba yo a casa en la tarde o en la noche y me lo encontraba con las cortinas cerradas, viendo caricaturas en piyama! Porque muchos días no se vestía ni se bañaba. Solo se arreglaba si iba a ver a alguna muchacha. No concluía su Licenciatura, cuyos estudios había concluido ya desde hace más de trece años. Un trabajo que le consiguió un amigo, para ser tutor de una muchacha de secundaria, lo abandonó al poco tiempo con otro pretexto: Que tenía que dedicarle tiempo a su novia. 

Cuando mi inquilino se fue, las cosas empeoraron: Z. se apropió el cuarto que quedó libre pero no para dormir en él, sino para llenarlo de todas las cosas que hasta entonces había distribuido en casas de cuanto amigo pudo convencer. Es difícil pintar una imagen que por extrema parece inverosímil: El hombre no poseía ni un solo mueble, pero jamás fue capaz de deshacerse de ninguna prenda, de ningún libro e inclusive de ningún “recuerdo”, como por ejemplo botellas vacías en recuerdo de alguna fiesta. El cuarto quedó tan lleno de cachivaches que simple y sencillamente no se podia entrar en él ni abrir la ventana ni usarse para absolutamente nada. Al muy poco tiempo apestaba y se volvió un criadero de moscas. 

Dos años y medio. Todo ese tiempo en una situación cada vez peor y que además yo había querido terminar desde antes. Era imposible razonar con él: Cuando no desviaba la culpa y como él mismo lo decía “echaba un rollo mareador”, si se le regañaba enérgicamente lloraba (es difícil describir a un hombre de treinta y tantos años llorando como un niño) y juraba que resolvería la situación. Se entregaba con entusiasmo a esa solución por uno o dos días y de inmediato perdía el interés. 

Todo concluyó con una larga, muy larga conversación un día de Septiembre del año 2019. Ese día completo lo tenía libre, así que decidí sentarme con él para, usando otra de sus frases, “conversar largo y tendido”. Le hice notar por lo menos cinco faltas y que para cada una tenía una excusa; que siempre era culpa de alguien más, pero nunca suya. Lo extraordinario es que yo creía que íbamos bien, que sí había conseguido hacerle entrar en razón. Ya muy entrada la noche surgió un último tema: Que últimamente ya no solo llegaba tarde a todos los compromisos sociales. No llegaba. Decía que sí pero faltaba, sin avisar ni dar razón. 

Me respondió que había vuelto con su novia y que sería mejor que ya no lo invitaran a nada porque se dedicaría por completo a ella. Su respuesta me dejó tan atónito que le dije que si iba a ser tan irresponsable no podía quedarse más. Ni para el fin de año ni para el fin de mes: Que tenía que irse cuanto antes. 

Me respondió: “¡Admite que crees que soy gay y que quieres conmigo!”

Ahí fue donde algo se rompió. 

Ese día y el siguiente se mostró inusualmente cariñoso: Me abrazaba a cada rato, me decía que yo era su mejor amigo y que qué haría sin mí. Me percaté de que años atrás, eso me hubiese hecho sentir cariño. Recientemente, asco por su falta de higiene. Pero ahora… no sentía nada. Absolutamente nada. 

Al tercer día le ordené darme sus copias de las llaves e irse. Que aún podía pasar por lo que necesitara para el fin de semana y que después mandara a alguien por sus cosas. En recoger las cosas “para el fin de semana” se quedó hasta las dos de la mañana, y solo porque de nuevo perdí la paciencia y lo obligué a irse. 

El siguiente día dijo que vendría con un camión de mudanza y que se iría a vivir con un pariente en Hidalgo, el cual le daría trabajo. Llegó con un taxi y una amiga. Parece mentira, pero sacar todas sus cosas tomó desde las cinco de la tarde hasta las cinco de la mañana. Sin un solo descanso. 

Tomó el fin de semana completo desinfectar el cuarto con cloro y limpieza profunda. 

Y aún quedó lo peor: Al conversar de todo lo que pasó con varios amigos y ponernos a comparar notas descubrimos el verdadero problema de fondo: Que nos mintió durante años. A mí y a todos. 

Desde que había concluido sus estudios de Licenciatura cerca del año 2005, pasó por una serie de proyectos de Tesis o de titulación. En todos terminó por pelearse con su asesor, y siempre les echaba la culpa a ellos. A uno lo acusó de querer abusar de él. 

Mentira: Lo que ocurrió fue que no pudo concluir ni uno solo de esos proyectos. Como todo lo que emprendía, comenzaba con entusiasmo, perdía el interés, e inventaba cualquier cosa para nunca concluir pero tampoco dejar limpiamente. Ganó muchos enemigos en la academia, y hasta el último momento sostuvo que era sólo por tener gustos “inusuales”. ¿Cuales eran esos gustos? Según él, la música de trova y la poesía española. 

Decía haber sido corrido de su casa por maldad de sus parientes. Yo creí siempre que era por su pereza. Ambas versiones eran incorrectas. Desde que su madre murió, echaba mano de la caja fuerte en que se guardaba todo el patrimonio familiar de su madre difunta y de su tía. ¿Qué hizo con los objetos de oro, de plata, y con otros objetos valiosos? Los empeñó. Jamás conoció otra manera de hacer dinero. ¿Dinero para qué? Para simple y sencillamente vivir su vida normal. Pasear en taxi. Asistir a conciertos. Salir al cine. Viajar en camión. Nada más… durante años. Para cuando lo descubrieron, todos los recibos de empeño habían expirado y no fue posible recuperar nada. Pero, de nuevo, todo ese dinero no lo usó más que para seguir su vida como siempre. Fue incapaz de aceptar que con la muerte de su madre su situación había cambiado por completo. Que ya no era el niño mantenido por mamá, y que ya no podía hacer todo lo que acostumbraba. 

La novia en cuestión era de hecho la única novia que tuvo. Antes contaba milles de anécdotas que resultaron ser falsas: Todas eran muchachas con las que había tenido a lo sumo una cita o inclusive un solo escarceo. Ninguna era una relación formal. Pero en todas se construía una relación en su cabeza. Hasta el último momento estaba convencido de que se casaría con esta última novia; jamás se percató de que cuando él decía eso, ella lo miraba a ver incómoda y atónita. 

Siempre fue mentiroso y manipulador. Pero con los años se convirtió en un auténtico mitómano. 

Lo que no puedo perdonarle es ese último comentario que hizo. Que resultara que durante años fingió aceptarme y en el fondo siempre desconfió de mi, como lo hizo con todos los demás amigos gay. Presumía de tener mente abierta pero también decía cosas absurdas como que él mismo se sentía minoría porque supuestamente lo discriminaban, de nuevo, por sus gustos en música. 

Tampoco le perdono cómo me hizo sentir tan inseguro por años. Como criticaba todas mis habilidades, mi tamaño, mis desiciones, mi orientación sexual. Como me convencía de que todos los demás homosexuales que él conocía eran perversos y que todos los demás heterosexuales que conocía eran homofóbicos. 

Prácticamente todos los que lo conocimos teníamos la impresión de que él mismo era gay. Siempre le ofendió eso, y decía que no por la orientación. Supuestamente le ofendía la estupidez de la gente por equivocarse. 

¿De donde viene tanta inseguridad? ¿Cómo puede alguien ser tan terco que prefiere vivir en un mundo de fantasía que resolver problemas sencillos? No lo sé y en su caso ya no me importa. 


Y así quedo yo, finalmente sin él, intentando recuperar mi vida. Pensando cuántos años se perdieron por querer complacer a alguien tan inseguro que prefería los dos nos hundiéramos en la mediocridad. 

***

2.11.19

Fantasías gay mexicanas (tres cuentos)


NOTA: Éste ensayo fue presentado en el VI Congreso Internacional de Narrativa Fantástica (y XII Coloquio Internacional de Narrativa Fantástica), organizado por el Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar, celebrado en Lima, Perú, del 23 al 25 de octubre del 2019. 

Dice el escritor mexicano Alberto Chimal[1]que lo fantástico, cuya raíz es el Romanticismo de los XVIII y XIX, no es un subgénero, ni un movimiento ni una escuela, sino una postura, una actitud ante el lenguaje que llama al descubrimiento de territorios ajenos a los límites de la razón objetiva. Entendamos, entonces, la narrativa fantástica como el terreno idóneo para las subjetividades por un lado y por el otro como un campo en que se pueden analizar conceptos que para el contexto en el cual escribimos resultan todavía difíciles. Para temas que se ven todavía con cierto recelo. Por ejemplo, para hablar de las minorías –de las personas homosexuales, digamos. 

México, país latinoamericano que en teoría es abierto al tema, que cuenta con un acervo amplio de cine y literatura al respecto, se maneja todavía con cierta doble y hasta triple moral. Toda sexualidad que no se ciña al patrón heterocéntrico se maneja de forma velada, puertas adentro la mayoría de las veces. Y digo “triple moral” porque encima es común que en el propio ambiente homosexual (o queer si se prefiere, para designar otras variantes) se imiten patrones de conducta propios de la norma no ya solo heterocéntrica, sino del estereotipo latino. A saber, que el hombre, o en su defecto la pareja “masculina” debe tener más agresividad y don de mando. Y que la mujer o la pareja “femenina” se dedique principalmente a labores domésticas –a la cocina, la limpieza y menesteres por el estilo. Y que sea sumisa.

Con ello en mente, procedo a analizar tres cuentos correspondientes a la última década del siglo XX y las dos primeras del XXI. Todos ellos tratan el tema de la homosexualidad, masculina o femenina, dentro del marco de una historia fantástica, y todos ellos se sirven de ciertas ambigüedades para examinar las posturas a veces contradictorias de sus personajes (y por extensión las de toda una sociedad) con respecto a los roles de género. 



“Un Martini seco” es un cuento de Arturo Arredondo que forma parte del libro “Gozoología mayor”, aparecido en 1991. En conjunto el libro es una colección de cuentos eróticos; algunos de corte realista y otros no. 

En “Un Martini seco” el narrador cuyo nombre ignoramos es un hombre con cierta cultura literaria (en su conversación alude a autores precisamente no-heterosexuales, tales como Lillian Hellman y Somerset Maugham) que acaba de terminar una relación de años con un director televisivo. Nuestro protagonista deambula por bares de la Ciudad de México y pide el trago del título, justamente inspirado por Hellman. Esta petición llama la atención de un anciano que al parecer es asiduo del lugar y con quien traba conversación. El anciano invita al protagonista a otro bar situado en la calle de Palma, sitio de varias leyendas populares de México. En este bar nuestro protagonista pierde el sentido y despierta al día siguiente en su cama, sin llave ni billetera. Intrigado, vuelve a visitar los bares una y otra noche hasta que se encuentra de nuevo con el anciano. Ésta vez finge beber y perder la conciencia. Una vez que esto ocurre, el anciano lo arrastra por una puerta secreta oculta tras un espejo y lo deposita en una cama, donde al poco llega una creatura imposible: Un joven velludo con piernas y cuernos de chivo. Un sátiro. Éste viola al protagonista; el cual, sintiendo entre asco y placer, termina por entregarse voluntariamente.

Es el sátiro figura vehementemente sexual[2], un monstruo que aquí combina no solo rasgos animales con humanos, sino rasgos de hombre maduro con joven: Se nos describe su rostro cubierto de acné y su pericia sexual que sugiere experiencia de años. También combina la agresividad con la ternura: Al descubrir que su víctima está conciente y que participa voluntariamente, lo besa cuidadosamente, para no hacerle daño. Es interesante que su aparición ocurra en una zona ambigua, a la que se accede o bien por la borrachera o bien por la duermevela, ese estado entre la vigilia y el sueño. También es una suerte de alter-ego del anciano, personaje solitario. El protagonista lo compara con Maugham, de quien sabemos que sólo en su edad madura comenzó a tener amantes masculinos. Lo que parece al principio una figura patética (el anciano que mendiga conversaciones), luego terrorífica (el monstruo violador) al final se vuelve un objeto de deseo: El protagonista vuelve a visitarlo una y otra vez, sabiendo que su vida no puede cobrar ya otro camino.



 “Ataraxia”, es un cuento de Eve Gil, que forma parte del libro “La reina baila hasta morir”, aparecido en el año 2008. Se trata de una reelaboración del conocido cuento de hadas “Blanca Nieves y los siete enanos”. La protagonista es Reina Cardoso, dueña de un importante diario, además de escritora laureada y arquetípica mujer fatal que domina a varios hombres poderosos. Un día toma como aprendiz a una joven reportera llamada Nieves, la cual a su vez sabe ganarse el afecto de cuantos la rodean y posee una belleza parecida a la de Reina. Pero lo que Nieves desea es a la propia Reina. Reina, más por una fuerte lesbofobia[3]que por celos, ordena un accidente de automóvil que deja a Nieves en coma. Pero esto no le basta a Reina, quien desea que Nieves muera y desaparezca completamente. Para ello, le pide ayuda a su amante Luis. Éste la cita en una diminuta cabaña en el bosque, que según él es hogar de enanos. En esa cabaña, Reina descubre que Luis la ha cambiado por Nieves, a quien asegura haber despertado con un beso. La propia Nieves hace su aparición, pero ahora convertida en un monstruo de cabello larguísimo y adornado con huesos de animales. Ella empuja a Reina a una fogata, donde, como dice el título del libro, baila hasta morir. Nieves huye con Luis a lomos de un corcel blanco, mientras suspira: “Pudimos haber sido tan felices. ¡Te amaba, Reina!”

Como en la conocida fábula[4], Nieves es un personaje que en clímax se sitúa entre la vida y la muerte. Al ser despertada, parce volver más siniestra: Mata a la reina (originalmente su madrastra o su madre, y aquí su objeto de deseo) de una manera violenta. Pero en el cuento de Gil cobra además una apariencia monstruosa. Además aparece completamente móvil el mismo día en que otro personaje nos decía que apenas había conseguido mover un dedo. ¿Es la propia Nieves o es su doble?  Reina percibe a Nieves como un ser amenazante no esta vez por su belleza, sino por su orientación sexual: Dice tener pesadillas en las que se ve acosada por una Nieves con pene. Pero al mismo tiempo desea primero someterla, después controlarla y por último destruirla, además de que en varios momentos se pregunta si es posible que Nieves sea en realidad una hija que dejó abandonada. Es el espejo, quizá, de los deseos ocultos de la propia Reina, y que terminan por hacerla arder hasta morir. 



Por último, “La marrana negra de la literatura rosa” es un cuento de Carlos Velázquez, aparecido en el libro del mismo título, del año 2011. 
El protagonista, Manolo, es un hombre ordinario y de clase obrera. Vive en una diminuta casa, visita regularmente a su novia Claudia y colecciona revistas sentimentales. Un día, Manolo recibe un regalo de su hermana: Una marrana de color negro a la que llama Leonora. La cerdita resulta ser capaz de comunicarse telepáticamente con Manolo y le exige un cerdo semental. A cambio le dicta obras literarias: Un poema y tres novelas, todos ellos de temática homosexual. Las obras son publicadas con Manolo como autor, dándole gran prestigio literario y comparaciones con escritores como Fernando Vallejo, Pedro Lemebel y Reinaldo Arenas. Inclusive le dan los medios para mudarse a un lujoso departamento. Entretanto, Leonora es visitada por un cerdo semental llamado Valente. Durante estas visitas, Manolo entretiene al dueño de Valente sirviéndole tamales. Cuando Valente muere en un accidente, Leonor se suicida –y el dueño de Valente le confiesa su amor a Manolo. Éste, que sin Leonor no tiene más obras qué publicar, vuelve a su vida de clase obrera –sólo que ahora se dedica a vender tamales, se viste de mujer y deja a su novia Claudia para en su lugar casarse con el dueño de Valente. 

La cerdita parlante pareciera ser al ánima o la parte femenina de Manolo. Tiene toda la refinación de la que él carece, pese a ser un animal, y el talento literario que él dice no tener. Pero además Manolo insiste en que es heterosexual aunque todos en su barrio crean que no lo es: Y Leonor le reclama que su estilo “buga” (es decir, heterosexual) no va con la imagen literaria que debe cultiva. Pero incluso sin esta musa inusual, Manolo tiene un comportamiento que corresponde al estereotipo femenino: Además de coleccionar revistas sentimentales, entretiene al marranero alimentándolo con comida casera y se escandaliza ante cualquier contacto físico. Sólo accede a entregarse a él si primero se casan y además de blanco. 

En todos estos cuentos, la homosexualidad parece estar ligada al ser fantástico –al sátiro, a la muerta ambigua y a la musa porcina. Pero de hecho está presente en por lo menos dos de los protagonistas aparentemente ordinarios, y es posible que también en Reina. A veces lo que más odiamos es también lo que más deseamos. Visto así, estas tres creaturas fantásticas no solo representan lo inquietante: Son también una invitación a nuevas formas de vivir la sexualidad, y por extensión la vida. El protagonista de “un Martini seco” en efecto encuentra un fin a sus penas de amor y un nuevo mundo subterráneo de bares y leyendas en donde yace su destino. Manolo regresa a su punto de partida, la casa diminuta, pero con una nueva manera de ser, y más feliz. De mantener un supuesto noviazgo de años con Claudia que jamás se concreta pasa a un matrimonio feliz con otro hombre. Reina, la única que rechaza violentamente ésta invitación, ve sus mayores miedos cumplidos: Es reemplazada por otra mujer y muere de una manera dolorosa. 

Los tres textos juegan con referencias extra-textuales. “Un Martini seco” refiere directamente a Hellman y a Maugham, quienes el protagonista toma como símbolos de la melancolía homosexual. Además , según el propio autor, es un homenaje velado a Charles Bukowski[5], de ahí la presencia del alcohol como medio de acceso a otra realidad. “Ataraxia” es una reelaboración de un cuento de hadas –pero el final tiene otra vuelta de tuerca cuando Luis, el amante-traidor, el doble literario del Príncipe, dice haber escogido la extraña cabaña en el bosque donde el cuento concluye inspirado precisamente por el cuento de “Blanca Nieves y los siete enanos”. Y en “La marrana negra de la literatura rosa”, el nombre Leonor recuerda a la muerta amada y odiada de la poesía de Edgar Allan Poe. Manolo es comparado directamente con tres escritores emblemáticos de la literatura gay (Vallejo, Lemebel y Arenas), si bien los argumentos que nos describe recuerdan más bien a Emiliano Zapata, autor de obras como “El vampiro de la colonia Roma”. Pero además tanto Reina como Manolo son ellos mismos escritores. De Reina se nos dice que ha publicado tres novelas sobre alegres adúlteras, dos libros de entrevistas, uno de cuentos eróticos, dos recopilaciones de sus mejores artículos y una obra prima de poesía. Manolo, con Leonora como musa, escribe un poema sin título y tres novelas: “Si lo sabe Dios”, “Los hombres están muertos” y “Maricona, ponme una mano ahí”, más un inédito cuyo título ignoramos. Aún más curioso, asegura que su libro favorito es “Vendedor de pollo frito”, un libro de cuentos del propio autor Carlos Velázquez que apenas fue publicado en este año 2019. 

Estos juegos con las referencias extratextuales le confieren cierto aspecto lúdico a los tres cuentos, aunque solo el tercero sea de tono humorístico. En los otros dos, el ambiente es generalmente sombrío. 

BIBLIOGRAFÍA:

-      ARREDONDO , Arturo.Gozoología mayor. Joaquín Mortiz, 1991.  
-      CHIMAL, Alberto.La Generación Z y otros ensayos. CONACULTA, 2012. 
-      GIL, Eve. La reina baila hasta morir. Ediciones Fósforo, 2008. 
-      GONZÁLEZ BOIXO, José Carlos (ed.). Tendencias de la narrativa mexicana actual. Iberoamericana, 2009.
-      GRIMM, Hermanos.Cuentos de la infancia y del hogar. Traducción de Ulrique Michael y Hernán Valdés. Bruguera, 1983.
-      JULIEN, Nadia. Enciclopedia de los mitos. Traducción de José Antonio Bravo. Océano, 1997. 
-      MARTÍNEZ DE MINGO, Luis. Miedo y literatura. Edaf, 2004. 
-      NEGRONI, María. Galería fantástica. Siglo XXI. 2009. 
-      VELÁZQUEZ, Carlos. La marrana negra de la literatura rosa. Sexto Piso, 2015. 

ARTÍCULOS EN LÍNEA: 

-      ALCÁNTARA ISLAS, Omar. Lo Bukowskiano es una actitud ante la vida: Crónica de la Coordinación Nacional de Literatura del INBA. Publicado en el 2008 en: http://ombloguismo.blogspot.com/2008/09/lo-bukowskiano-es-una-actitud-ante-la.html
-      BELTRÁN FÉLIX, Geney. La marrana negra de la literatura rosa, por Carlos Velázquez. Publicado en el 2010 en: https://www.letraslibres.com/mexico/libros/la-marrana-negra-la-literatura-rosa-carlos-velazquez
-      MÉNDEZ, Elena. La pasión se lleva por escrito: Entrevista con Eve Gil. Publicado en el 2008 en: https://webs.ucm.es/info/especulo/numero39/evegil.html




[1]OP. CIT., en la Bibliografía, pp. 83. 
[2]Según Nadia Julien: “Simbolizan el animal escondido en el fondo del hombre, que se manifiesta a través de la concupiscencia carnal, con todas sus violencias, por donde el hombre se asemeja a las bestias cuando no las contrarresta el poder espiritual. OP CIT en la Bibliografía, pp.343.
[3]“La sola idea de besar la boca de otra mujer, de hurgar en el sexo de la persona que más odiaba en el mundo, le era intolerable”. EVE GIL: pp. 55.
[4]Véase, GRIMM,  Hermanos. OP CIT en la bibliografía, pp. 339. 
[5]Véase ALCÁNTARA ISLAS,  Omar. OP CIT en la Bibliografía.

29.10.19

Recuerdo de Lima, Perú.




Cementerio Presbítero Maestro. Lima, Perú. 
¡Cómo olvidar el maravilloso bosque de mármol! 

Nuevas adquisiciones.




- Di (solvencias). Revista literaria. 
- ICH. Luciano Saracino & Ariel Olivetti. Cómic. 
- Thecnetos: Los últimos días del universo. Luis Arbaiza. Novela peruana de ciencia ficción gay. ¡Qué tal! 
- Más allá del arcoíris. Alberto de Belaunde. Entrevistas con políticos LGBTI de Latinoamérica.


En cuanto a la revista, viene con artículo de un servidor...