1.10.08

(Cuento)

MARTHA

Dice que de ahora en adelante se vestirá siempre de negro. Porque está de luto por su vida. Porque cualquier pretexto es bueno cuando se trata de darle rienda suelta al llanto negado de toda una vida. Porque de niña le dijeron que no llorara porque el llanto afea. Y luego que ya estaba muy grandecita para esas cosas. Después que si teniendo marido e hijos y casa y dinero y salud que de qué se quejaba, que si lo que Dios le había dado no era suficiente. Y que es normal que una mujer haga el quehacer de la casa en lugar de ponerse a estudiar. Que con qué derecho se sentía vacía si tenía lo mejor de todo.

Y ella les creyó, dice. Trató con todas sus fuerzas de creerlo en el alma, de convencerse que sus padres y el cura y su marido y los vecinos y sus amigas y la gente tenían toda la razón. Pero se sentía tonta. Pero se sentía vacía. Pero aunque a veces estaba contenta no era feliz. Y un día se dio cuenta de que el tiempo pasa. Y de que sus hijos habían crecido y ya no la necesitaban. Y de que sus hijas no le habían hecho caso a la costumbre y se educaron y a ella la consideraban tonta. Y de que en realidad su marido tampoco sabía nada de la vida. Y de que hay cosas que no están en la Biblia.

Y así es que la vemos ahora, día y noche recorriendo la colonia con su velo negro y regando las calles con sollozos. Y unos se ríen y otros la compadecen y muchos la ignoran y unos cuantos la miran con perplejidad. Pero yo la miro y pienso que, en realidad, no es tan distinta de nosotros. Es sólo que ella no aprendió nunca a disimular.