Había una vez un alma cuyo objetivo en la vida fue reunir los tres pilares de la sabiduría: libros, tiempo y silencio. Pero sólo podía conseguir cada día una o dos de esas cosas, nunca las tres al mismo tiempo. Conforme su frustración crecía, comenzó a temerle no al futuro, sino al presente. A la falta de preparación para todo lo que sentía debió haber visto venir. A los futuros inciertos y a los pasados aún más inciertos. A los estruendos que violaban su santuario a cada hora. Pronto decidió que la única posible solución sería doblarse en un ovillo cada vez más y más estrecho hasta que consiguiese reventar y así expandir su esencia hasta enseñorearse de todo cuanto le rodeaba. Pero la inseguridad le hizo dudar y no se decidía nunca a hacerlo, a terminar de una vez por todas. Así construyó su rutina, hasta el día en que recordó que la realidad no se decide por mayoría de votos, sino que es única para cada quien. Tomó valor y se libró de todas las rutinas con que se había estancado durante milenios y recordó por fin que llegar a la meta final es básicamente comenzar una nueva historia.
24.5.09
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario