19.5.15

Cuento


ATISBAR

No sé decir exactamente qué me llevó a dirigir la vista hacia arriba ese día. No tenía razón para hacerlo, y he confesar que no tengo la costumbre de hacer nada que no haya planeado de antemano, salvo quizá en casos de emergencia. Quizá captara algún movimiento en visión periférica, quizá una ligera variación de luz. No puede haber sido ningún sonido; podría haber sido que tuviese algún nudo en el cuello y que justo en ese momento intentara desanudarlo con una leve flexión hacia arriba y otra hacia abajo. Quizá. También puede ser que no exista ninguna razón tras de mi acto mas que el simple y llano hecho de que debía ocurrir en ese preciso momento, por qué razón y determinado por qué ser no lo sé. 

El hecho es que un determinado día crucé el pasillo que me conduce desde el elevador hasta las puertas del despacho en que trabajo como transcriptor de informes y alcé la vista hacia el techo. Y fue ahi que vi la ventana… sería más propio llamarlo rendija o quizá inclusive portal; y es que no puede verse más que en un determinado y muy específico punto. Pero si uno se sitúa en el punto correcto, le es posible ver la ventana en cuestión de tal modo que abarca hasta donde su vista alcanza. Con sólo retroceder o avanzar un paso, la ventana queda fuera de vista. Esto lo sé ahora, tras de haber ensayado toda clase de variaciones con respecto a dónde me sitúo. Y por lo visto, sí sólo es en éste punto (en el adoquín número nueve contando desde la orilla del elevador, para más señas) de éste pasillo de éste piso de éste edificio que puede vérsela. ¿Y qué hay en esa ventana, o mejor dicho qué puede verse a través de ella? 

En realidad, no mucho, apenas un cuarto sin adornos ni mueblería; me gustaría decir que “iluminado por una intensa luz de halógeno”, pero la verdad es que a ese resplandor blanquecino que desprende no se le puede llamar realmente “luz”, ya no digamos “de halógeno”. Lo que sí hay en el cuarto es gente, o en todo caso siluetas de gente. Gente de todo tipo (al menos en lo que refiere al contorno de sus cuerpos; como es de suponerse, no tengo idea del verdadero color de sus pieles o de sus vestimentas. De hecho, no puedo afirmar que vistan lo segundo ni que cuenten con lo primero), y sumamente activa. Puedo verlos avanzar, a veces danzar (en todo caso, realizan ese movimiento entre la danza espontánea y el juego infantil que puede observarse en un grupo de gente alegre o por lo menos entretenida), a veces que dos o más de ellos se abracen y retocen. No parece que noten mi presencia ni que estén constreñidos al marco desde el cual los espío. Hay veces hay más, a veces menos; nunca está vació el cuarto. 

Desde la primera vez que los vi, he seguido atisbando su mundo cada tanto. Nunca puedo hacerlo por más de unos cuantos segundos, so pena de llamar la atención de alguien más en el edificio (ya en una ocasión he tenido que fingir una tortícolis ante algún compañero de trabajo). No me he animado tampoco a compartir este secreto con alguien, ni de indagar si alguien más está enterado de su existencia (sería razonable suponer que sí, pero, ¿cómo se puede abordar a alguien para preguntarle si también observa lo imposible?). Quizá es mejor así, un pequeño milagro del que puedo disponer por unos cuantos segundos, y que en algo alivia la jornada laboral. Además, he desarrollado un par de ideas sobre qué es esto que veo, pero he de confesar que me atemoriza comprobar si alguna de las dos es verdad. 

La primera se comprobaría fácilmente: si viera el algún momento la silueta de algún conocido que falleció ya, sabría que existe una mejor vida, o en todo caso que existe otra vida después de esta. Eso podría ser algo reconfortante, pero también podría ser algo que decepcione, saber que lo que hay después de la muerte es equis cosa y que es de tal definitiva forma. 
La segunda idea sería difícil de comprobar, amén de hacerme sospechar de los textos de filosofía clásica. Sencillamente, ¿qué tal si ese mundo que desde aquí parece de sombras es la verdadera vida y nosotros que nos deslomamos en trabajos absurdos somos la sombra, un pálido reflejo sólo en apariencia colorido de lo que se supone que sea el mundo? 



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