9.7.16

Fantasías marinas.


“En ese momento el mundo se detuvo, las aguas dejaron de moverse, el viento se enroscó en donde nace y el único movimiento que se percibía era el de la Sirena allá a lo lejos, que a toda aleta se nos encimaba. Venía con olores de otros mares, sacudiendo su cabeza milenaria, llenándonos los ojos de belleza, y a cada golpe de su cola de sábalo se alzaba su mitad femenina por encima de las aguas. 
Nadó varias veces alrededor del bote, recogiendo en cada vuelta algunos pétalos de no-me-olvides, hasta que al fin tuvo reunido todo el ramo. Entonces, sin sacar la cabeza del agua, con muy poca agua entre ella y nosotros, clavó sus ojos en los de Elegido. 
No sé qué tiempo estuvimos así. Ellos dos mirándose, entrándose por los ojos del otro, mientras que yo parecía no existir. En ese momento lo odié, a él y a todos los que como él podían mirarse en una sirena.”

- Germán Piniella. Sirena.

“La asediaban los fantasmas del mar en pesadillas nocturnas con sobresaltos… El mundo de los sueños era para ella un antro de tormentos del que se liberaba despertándose con alaridos de terror… No se atrevía a dormirse, pues se veía rodeada por monstruos pisciformes que danzaban en una extraña ronda de risas, cantos, espumas y coletazos… una especie de carrusel proteico con ritmo acelerado en cuyo vórtice le parecía caer hasta ir hundiéndose en viscosas sustancias de frialdad tan intensa que le paralizaba las piernas…”

— Rogelio Sinán. La boina roja.

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