DE “NEON CITY BLUES” (1999) POR EMILIANO GONZÁLEZ
EL AVISO
Éramos nueve, amigos y amigas, en un auto robado y excesivamente estrecho. A Tina le gustaba apretar el acelerador, y esa tarde de juerga no iba a ser una excepción: apenas salimos de Neon City, el auto empezó a aumentar de velocidad, a pesar de las protestas borrachas de Pretty Polly y de Baby Lon, y pronto volábamos por una carretera recta y vacía, en la que Tina confiaba y que yo no había recorrido nunca. Todos comenzamos a entonar himnos, como remedio contra los nervios. No recuerdo quién la vio primero, pero alguien nos tocó en los hombros a Pretty Polly y a mí. Volvimos las cabezas. Ahí, junto a la ventana, mirándonos, corría una mujer de largos cabellos rubios, a la misma velocidad suicida del auto, mirándonos con ansiedad… un rostro pálido…
Cesaron los cantos. La vimos todos, con horror y fascinación, todos menos Tina, que no quitaba los ojos de la carretera… Uno de los nuevos amigos le dijo: “¡Para el auto! ¡A ver si así se detiene ella…!” Tina fue disminuyendo la velocidad y al fin el auto se detuvo. Abrimos las puertas y salimos. La mujer había desaparecido. El auto se había detenido justo al borde de un agujero mortal que Tina no habría podido evitar a la velocidad con que conducía. De no haber sido por aquella extraña mujer, hubiéramos pasado a ser nueve juveniles cadáveres.
Tina nunca nos creyó: dijo que la embriaguez nos había impedido ver la motocicleta que montaba la mujer, que no era posible que unas piernas humanas corrieran a esa velocidad, que a veces coinciden felizmente la casualidad y las alucinaciones colectivas…Pero yo, que no era supersticioso, creo desde aquella tarde en los avisos premonitorios. Y aunque sigo robando libros, ya no me atrevo a robar autos.
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