25.11.19

El horror de Berkoff




- El horror de Berkoff. Francisco Ortega. En 1980, un grupo de niños se ve afectado por la muerte imprevista de uno de ellos —aunque se rumora que no fue muerte, sino desaparición. Treinta años después, Martín, actor cuya mejor época ha pasado, vuelve a su pueblo de origen tras la muerte de su mejor amigo —otro de los integrantes de ese grupo de niños. Algo hay en el pueblo de Salisbury; un miedo que late más allá de los prejuicios de sus habitantes, de sus extrañas desapariciones, y de sus gigantescas ratas. Algo que yace en una mansión abandonada, conocida como la esquina Berkoff…

Ortega, curioso escritor chileno entregado al Fantastique (digamos, la ciencia ficción, la fantasía, el terror), comenzó ésta novela como un guión cinematográfico. En efecto, contiene varios guiños a un gran repertorio fílmico. Literario también —no en balde un personaje termina por comparar la historia que viven con las obras de Stephen King. Pero no es solamente una novela compuesta de pastiches y homenajes —de hecho juega con la meta-ficción. Es que parte de la obra es en realidad una novela escrita por uno de los personajes. Pero poco a poco las fronteras entre uno y otro se desvanecen. 

También invita a una lectura quizá un poco morbosa, pero imposible de negar: El personaje escritor, Percival, es más bien desagradable: Erotómano, Voyeur (toma fotos a escondidas de sus estudiantes menores de edad; de hecho, de todos a su alrededor), por no decir que racista y homofóbico. Parece curioso achacarle tantos males a un personaje clave en la novela. Pero entonces tomamos en cuenta la amistad en la vida real de Ortega con el director Nicolás López, actualmente bajo investigación por varias denuncias de acoso y violación y —pues bien, ciertos demonios son más reales de lo que uno cree. 

Por otro lado, esa es otra debilidad de la novela: Al imitar varios tópicos del terror Estadounidense (con su pátina de folclore local, pero sólo pátina) acarrea también varios lastres de xenofobia característicos de éste. Sin más, el miedo a las minorías se confunde con el miedo a lo desconocido. Aquí, sin embargo, se le confiere bastante ambigüedad precisamente por poner ese discurso en boca del personaje Percival y no en la del protagonista Martín. 

Ambigüedad es de hecho la palabra clave en ésta novela. Incluso su portada lo anuncia. Primero notamos la figura en la ventana —después, las sombras alrededor de la ventana. ¿Las sombras amenazan al personaje o éste nos observa (quizá cámara en mano) rodeado de sus fantasmas personales? Quizá el horror no sea la mansión de monstruos, sino aquel que parece una persona normal y exitosa. 


No el balde el propio Ortega describe este libro como una novela con terror, mas que de terror. 

No hay comentarios.: