26.2.18

Diario Fílmico.


Tras un ligero atraso de una semana debido a un pequeño problema técnico, proseguimos. 

Reto fílmico, Febrero: Cine gay y queer. 



- No se lo digas a nadie. (Perú, 1998. Dir. Francisco J. Lombardi). Joaquín, el hijo de una familia adinerada, navega por diversos estratos de Perú (y después otros lugares) buscando en donde poder vivir su homosexualidad en paz. De paso observa de cerca toda clase de males sociales —el racismo contra los cholos, el machismo de uno y otro lado, la mojigatería cristiana, la violencia espontánea, el autoengaño… y por doquier la homofobia, en muy diversas manifestaciones. Pero también descubre la mejor manera de tener cuanto quiere y aún así vivir a sus anchas: Con la máscara social. Pues como dice un dicho Limeño popular, “se perdona el pecado, pero no el escándalo”. 




Adaptación de la novela bestseller de Jaime Bayly (me han dicho que la película cambia algunos detalles, sobre todo el final. Pero no he leído aún la novela). Se trata de un drama de crítica social. A decir verdad, roza más bien con el melodrama por medio de ciertas exageraciones aposta  —por ejemplo, no solo el padre de Joaquín reúne absolutamente todos los vicios del estereotípico macho latinoamericano (es violento, misógino, racista, homófobo, mujeriego, borracho, hipócrita y un larguísimo etcétera); también luce un bigotito a lo Hitler. Los personajes consumen toneladas de cocaína, al grado de que durante su breve huída a Miami, lo único que Joaquín extraña del Perú es “la coca barata”. Y la magistral secuencia final termina con una fotografía que no solo reúne a Joaquín con sus dos amantes anteriores (uno y el propio Joaquín supuestamente ya con novia o con esposa, a las cuales engañan sin el más mínimo empacho), sino que uno acaricia el rostro de Joaquín, para dejar en claro que nadie en todo el reparto se cree la farsa. Pero eso sí, todos fingirán seguirla, para así mantener ciertos privilegios. 

Así, el interés principal del director Lombardi es exponer y ridiculizar más de un vicio social. Sin embargo, el tema de la homosexualidad en sí lo trata con toda simpatía. A diferencia del Joaquín de la novela, éste es un personaje con poca o ninguna malicia (si acaso en el trato con Dioni, niño cholo con quien sostiene una de sus pocas peleas a golpes; y aún ese es un acto más bien aplaudido por el padre —es decir, presentado como consecuencia de la propia maldad social), y que sólo busca su lugar en el mundo. Como parece no haberlo, se las ingenia para construirse uno. 



A destacar, por lo demás, la banda sonora y la muy cuidada puesta en escena (que en general caracteriza la obra de Lombardi, a la postre uno de los mejores directores del Perú). De sumo interés. 

[Posdata: ¿A poco no estos dos trailers dan la impresión de tratarse de películas completamente distintas? He aquí toda una lección sobre el asunto del mercado fílmico --marketing, si se quiere]


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