7.9.09

Diario de lectura: Cuentos mexicanos

- Casa de horror y de magia. Emiliano González. Libro de cuentos dividido en cuatro partes: la nouvelle (más bien cuento largo) "El discípulo", suerte de homenaje a Arthur Machen; "Cuentos de horror, de nostalgia y de anticipación" (seis cuentos cortos de fantasía siniestra y de ciencia ficción); y, por separado, los cuentos largos "Memorias de un caracol" y "El jardín del placer", ambos de corte erótico. De acuerdo al propio autor: "estas narraciones nos conducen del Infierno al Paraíso, trayectoria inolvidable por la que desfilan monstruos y delicias y en la que podemos contemplar, en todos sus detalles, un alucinante paisaje interior". Esto es completamente cierto en primera instancia: las dos primeras secciones corresponden al Infierno (pero un infierno estéticamente hermoso, empapado en luz de luna) y los dos cuentos largos al Paraíso (pero un paraíso completamente carnal, lleno de perversos goces sexuales). La primera parte del libro es la más lograda, acaso porque el lado preciosista de Emiliano González, y que inunda también obras como sus libros de poemas "Orquidáceas" y "La habitación secreta", está fudamentado en preceptos modernistas / decadentistas. Es decir, sumamente artificioso (pero a propósito) y, hay que admitirlo, un tanto excesivo a ratos. Pero los cuentos siniestros siguen siendo lo mejor de la obra de González. Es cierto que ninguna de sus obras ha conseguido superar los méritos de la primera, "Los sueños de la bella durmiente", y sin embargo ninguna de esas obras está en lo absoluto excenta de interés y maravilla.

- Retozo de naguales. María de Jesús Velasco. El primer libro publicado de la oaxaqueña Velasco es una hechizante colección de cuentos breves que mucho tienen de cuadros... cuadros de personajes, escenas breves que encierran todo un mundo. Se divide en cuatro secciones: "Novia del mar", "Sólo por haberlo visto", "Un rostro al tiempo" y "Horas de la edad". La primera sección son tres cuentos sobre la vida en la costa marina, la segunda y la tercera tienen algo de costumbrismo y algo de magia, recuerdan las mejores recopilaciones de leyendas urbanas e historias populares. La cuarta sección son cuatro relatos sobre personajes que pasan por una temporada de cambios, para bien o para mal. Destacan especialmente "Antes de que se vaya" (una historia cruel que se ha presentado ya hasta en canciones), "Al comienzo de la noche", "Retozo de naguales" y "Donde se juntan los ríos" (estos tres son los cuentos más cercanos a lo fantástico) y "Colegiala" (sobre la violenta irrupción de la sexualidad en el mundo de una sencilla joven pueblerina).

- Cuentos malditos. Leopoldo Ayala. Once cuentos sobre el mal, once variantes de las premisas "Vale la pena estudiar las perversiones aparentemente tan esotéricas y marginales, porque de ninguna manera son marginales" y "El dolor no puede ser definido de manera satisfactoria, salvo cuando cuada cual lo enuncia de modo introspectivo para sí". Once cuentos que como experimentos sobre la deconstrucción de múltiples puntos de vista simultáneos sobre hechos terroríficos o insólitos... son fallidos. Tampoco funcionan como cuentos de terror. Y es que todos están construidos con una técnica aparentemente atractiva: una serie de monólogos de flujo de conciencia encerrados entre dos paréntesis propiamente narrativos. Pero en todos los cuentos los monólogos son demasiado largos y terminan por cansar, amén de que todos tienen absolutamente la misma voz y lenguaje. Es decir, todos los cuentos adolecen de párrafos redundantes y todos terminan por aburrir al lector. Y es una lástima porque los argumentos por sí solos son fascinantes: Seducciones que rompen las barreras del tiempo, Obsesiones mortales, Supresión de la identidad por voluntades extra (y supra) terrenales... Pero el poeta y viajero Ayala no consigue consolidarse como cuentista, o al menos no lo ha hecho con éste libro.

- Lo que me cuentan los espantos. Fidela Cabrera. Veintinueve relatos breves que oscilan entre cuadro de costumbres y narración sorprendente. Elena Poniatowska anota que "viéndolo bien, todos los cuentos de Fidela oscilan entre el terror y la compasión"; en efecto, hay mucho de macabro y mucho de pathos humano en estos cuentos, pero también cierta ironía, cierta malicia literaria que los vuelve inolvidables. Algunos cuentos son también fantásticos (inclusive hay algunos cercanos a la ciencia ficción), si bien la mayoría son más bien breves estudios de personaje o de situaciones. Hasta donde tengo noticia, es el único libro publicado por la autora y apareció en 1985.

- El perro. Adela Fernández. Subtitulada "El hábito por la rosa", esta fue la primera colección de cuentos de la autora. Por años fue una especie de secreto compartido entre lectores y escritores selectos, pues se trata de una edición de la propia autora, y que incluye viñetas de la pintora Marisole Worner Baz. El mundo narrativo de este amargo pero hermoso libro parece girar en torno a dos ejes: el abandono y la crueldad. Algunos cuentos son fantásticos, otros crudamente realistas. Hay incluso tres poemas en prosa y un ensayo filosófico disfrazado de obra de teatro imposible. Si es cierto que todos los grandes autores escriben desde una pasión, no hay duda que Adela Fernández escribe desde la furia. Furia contra un mundo injusto y contra una humanidad condenada a vagar inutilmente en pos del sentido. Además de este libro la autora publicó otras dos colecciones de cuentos "Duermevelas" y "Vago espinazo de la noche". Al parecer es hija del famoso director / actor Emilio "El indio" Fernández; ella misma dirigió algunos cortometrajes, escribió guiones de cine y es de alma nómada.

- Agua quemada. Carlos Fuentes. "Cuarteto narrativo", de acuerdo al FCE; en efecto, se trata de cuatro narraciones (¿cuentos largos? ¿nouvelles?) vagamente entrelazadas entre sí y que en conjunto conforman un retrato de la Ciudad de México en la década de los '80. Pero en manos de Fuentes, la Ciudad de México es como la Macondo de García Márquez o la Comala de Rulfo: un lugar cotidiano y mítico a la vez, microcosmos de la humanidad en pleno. El título alude a un poema de Octavio Paz acerca de la destrucción absoluta. Pues esta ciudad decadente y autófaga es el reflejo oscuro de "La región más transparente" con que Fuentes debutó a finales de los '50. Ésta ciudad, condenada a repetir los errores del pasado hasta la destrucción... ésta estirpe, condenada a cien años de soledad...

- El lado obscuro del tiempo. Mario Cruz. La primera obra publicada de Cruz (en 1988) es una colección que incluye dos cuentos fantásticos ("Virginia" y "Luces en el bosque"), un poema narrativo ("El bar del cangrejo rojo") y la nouvelle "Hoy como ayer", que ya reúne los rasgos característicos de Cruz: un estilo sumamente influenciado por autores anglosajones como Stephen King, H. P. Lovecraft y hasta cierto punto Edgar Allan Poe (con todo y anglicismos incluídos), melodramático, a veces incluso "chacotero" y sin embargo indudablemente entretenido. La obra en general de Cruz parece estar pensada para un público muy específico (la subcultura "darketa") y a ratos roza con el racismo en su afán de misantropía. Aunque este primer libro parece ser menos ponzoñoso que los posteriores de Cruz.

- Cuentos para no dormir esta noche. Agustín Monsreal. Subtitulado "Antología íntima"; siete breves narraciones siniestras. El lenguaje de Monsreal parece por momentos demasiado estático, pero ultimadamente eso ayuda a la atmósfera de estos cuentos, suerte de "pesadillas en frío". Todos parecen inclinarse hacia el miedo psicológico.

- Recen por mí. Cristina Ruys. Subtitulado "historias mexicanas de terror"; una recopilación de narraciones orales que tienen mucho de leyenda y algo de supersticiones populares. Historias de aparecidos, de ocurrencias paranormales, sobrenaturales o simplemente insólitas en el suroeste de México. Tiene sin embargo un pequeño problema característico de este tipo de recopilaciones de cuentos populares: el recopilador (en este caso Ruys) confunde un poco el habla coloquial con la licencia artística y a menudo se echa en falta un trabajo más riguroso de selección y sobre todo de inventiva para traducir lo oral a lo literario.

- La cena y otras historias. Alfonso Reyes. Antología con diecinueve cuentos de Reyes, algunos rescatados de ese enigmático volumen de cuentos que fue "El plano oblicuo". El primer y el último cuento de ésta colección, "La cena" y "La mano del comandante Aranda" son válidamente cuentos fantásticos, aunque en cierto sentido también son ensayos literarios (tributos literarios, inclusive) disfrazados de relatos. Los demás textos alternan entre reconstrucciones histórico-literarias (hacen dialogar a diversos personajes mitológicos / literarios como parábola filosófica) y estudios sociales, ambos disfrazados también de cuento. El disfraz, entonces, es la palabra clave de estos cuentos, y es el tema que los hermana, que los delata como modernistas o como textos de principios del siglo XX.

- No moriré del todo. Guadalupe Dueñas. Veinticuatro cuentos en el estilo característico de Guadalupe Dueñas: cuentos fantásticos o insólitos combinados con piezas breves que tienen algo de ensayo, algo de cuento, y mucho de reflexión filosófica. Mario González Suárez, en su ensayo sobre Dueñas incluido en la antología "Paisajes del limbo", subraya la intención metafísica que impregna toda la obra de la autora. También llama a "Tiene la noche un árbol" "libro de cuentos perfectos". Este segundo libro de cuentos bien podría ser parte del anterior.

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