20.7.22

El ya merito.


- Breve historia del ya mérito. Varios; edición de Rodrigo Márquez Tizano.
 


Textos breves sobre la participación de México en los mundiales de fútbol, de 1962 a 2014…  pero no es una antología de crónicas. Más bien es una colección de toda clase de escritos sobre el tema. Hay ensayos, entrevistas, recuerdos, cuentos… ¡inclusive un cómic! Todos ellos más que celebrar y más que lamentarse juegan con la tragicomedia que ha sido nuestro desempeño. 


Como cada autor de los reunidos toma el tema a su propio modo y estilo, hay una enorme variedad que hace imposible juzgarlos a todos bajo un mismo criterio. Y es que el fútbol como tantos deportes vueltos espectáculo, tiene ya más de cultura pop que de evento. Y si algunos autores lo vuelven cartografía de la situación nacional, otros prefieren irse por lo autobiográfico, otros por lo humorístico, alguno por la apología, otros más por la burla. ¡De todo hay! 


En conjunto crean un buen divertimento y que en el fondo sí que ilustra un aspecto de la ideología mexicana, esa extraña mezcla de solemnidad y bufonada, de esperanza y carcajada. Un libro finalmente para discutir y cotejar. 


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7.7.22

La noche soy yo.

- La noche soy yo. Henri Donnadieu. 


Donnadieu, fundador entre muchas otras cosas del legendario bar gay El 9, nos cuenta la historia de su vida y  de las miles de aventuras y empresas en que se involucró. También de su familia, de sus amantes, de los muchos lugares en que residió. Y comparte breves chismes sobre toda la farándula con la cual se ha codeado, desde Europa hasta Oceanía hasta América. 


Más plática que biografía ni ensayo, resulta un libro entretenido, ameno —y que a menudo da la impresión de estar escuchando una historia exagerada, al estilo de lo que en estados unidos dan por llamar “tall tale”. Qué decir si no de un personaje que asegura haber sobrevivido por lo menos a tres intentos de asesinato —con lanzagranadas, con picahielo y con disparo a quemarropa. O que asegura haber no solo estado presente en donde se acuñaron los términos “drag queen” y “chacal”, sino que prácticamente se atribuye su creación. O el desfile interminable de amantes de los cuales apenas muy solapadamente nos confiesa todo lo que le contagiaron. Y de esos, solo un caso de herpes que además atribuye a los nervios. O nos dice que la cocaína en los ochenta era una droga inofensiva, natural y sana, nada que ver con la que ahora se consume. O la introducción de Rogelio Villarreal, cuya actitud lambiscona hacia los franceses queda clara desde la primera línea. 


Pero no se piense que es un libro irritante. ¡Todo lo contrario! Es una enorme diversión que por ahí desliza algún que otro chisme histórico de más interés. De hecho se corresponde con el libro “Tengo que morir todas las noches”, de Guillermo Osorno, el cual cubre más o menos la misma época y lugares de moda. Osorno escribe como un tímido niño privilegiado que se asoma lleno de miedo al mundo real, y Donnadieu como el pícaro estafador que quiere convencernos de su natural bondad y simpatía. Nada que ver con escritores gay de suma relevancia como el chileno Pedro Lemebel o digamos el mexicano Wenceslao Bruciaga. Pero no le hace. Pues libros frívolos convencidos de su importancia también son parte de la cultura ya no solo gay y ya no solo mexicana, sino universal. 


En fin, que es un buen libro ligero que puede ser un magnífico sorbete entre lecturas pesadas. Lo recomiendo, pues. 


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4.7.22

Orgullo 9: Mictlán.

 


Para finalizar el mes del orgullo (lo que no significa dejar de leer literatura gay… o lgbt… o queer, según se prefiera).  


- Mictlán. Sol Ébano.


En el día de muertos, se dice que  pueden volverse a encontrar almas separadas por el fin de la vida. Pero, ¿Qué pasa si el muerto que nos busca es alguien a quien no recordamos ya? En un día extraordinario se encuentran dos muchachos que deben recordar cierta historia a contrarreloj. Pues luego es tan corta la vida y tan larga la muerte…


Un lindo romance fantástico que combina tradiciones latinas con todo tipo de influencias (usa directamente el término “Yaoi”, refiriéndose a un tipo particular de historieta japonesa). El resultado es feliz, pues lleva a buen término esas influencias y consigue servirse de ellas para crear una historia original. De la misma autora de “Jacobo y el Ángel” —ésta historia es menos extrema, lo que no significa que no tenga sus momentos más bien oscuros o melancólicos. 


Por otro lado está la tradición de los cuentos de aparecidos, aquí utilizada de manera ingeniosa, y con cierta carga digamos que idiosincrásicamente latina: Una fusión entre folclor prehispánico y conceptos más bien propios de la moral cristiana (el asunto de la condena al suicidio). Pero ello le confiere cierto valor autóctono a su concepción de lo fantástico. 


En resumen, vale mucho la pena. 


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