7.7.22

La noche soy yo.

- La noche soy yo. Henri Donnadieu. 


Donnadieu, fundador entre muchas otras cosas del legendario bar gay El 9, nos cuenta la historia de su vida y  de las miles de aventuras y empresas en que se involucró. También de su familia, de sus amantes, de los muchos lugares en que residió. Y comparte breves chismes sobre toda la farándula con la cual se ha codeado, desde Europa hasta Oceanía hasta América. 


Más plática que biografía ni ensayo, resulta un libro entretenido, ameno —y que a menudo da la impresión de estar escuchando una historia exagerada, al estilo de lo que en estados unidos dan por llamar “tall tale”. Qué decir si no de un personaje que asegura haber sobrevivido por lo menos a tres intentos de asesinato —con lanzagranadas, con picahielo y con disparo a quemarropa. O que asegura haber no solo estado presente en donde se acuñaron los términos “drag queen” y “chacal”, sino que prácticamente se atribuye su creación. O el desfile interminable de amantes de los cuales apenas muy solapadamente nos confiesa todo lo que le contagiaron. Y de esos, solo un caso de herpes que además atribuye a los nervios. O nos dice que la cocaína en los ochenta era una droga inofensiva, natural y sana, nada que ver con la que ahora se consume. O la introducción de Rogelio Villarreal, cuya actitud lambiscona hacia los franceses queda clara desde la primera línea. 


Pero no se piense que es un libro irritante. ¡Todo lo contrario! Es una enorme diversión que por ahí desliza algún que otro chisme histórico de más interés. De hecho se corresponde con el libro “Tengo que morir todas las noches”, de Guillermo Osorno, el cual cubre más o menos la misma época y lugares de moda. Osorno escribe como un tímido niño privilegiado que se asoma lleno de miedo al mundo real, y Donnadieu como el pícaro estafador que quiere convencernos de su natural bondad y simpatía. Nada que ver con escritores gay de suma relevancia como el chileno Pedro Lemebel o digamos el mexicano Wenceslao Bruciaga. Pero no le hace. Pues libros frívolos convencidos de su importancia también son parte de la cultura ya no solo gay y ya no solo mexicana, sino universal. 


En fin, que es un buen libro ligero que puede ser un magnífico sorbete entre lecturas pesadas. Lo recomiendo, pues. 


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